Juan González: "El general Pinochet no está muerto, está en transición"
Ahí, en una pared, se ve a un adulto Juan González (88): terno gris, corbata roja y camisa blanca. Está dichoso. A su lado derecho, su razón de muchas batallas: el general Augusto Pinochet, uniformado y parado casi estratégicamente cerca de un bastón donde cuelga la bandera de la República, posando. Ambos, quizá sin que sea coincidencia, con bigote blanco. Ambos, además, con un rostro medio rosáceo sonriendo a la misma cámara.
"Eran otros tiempos", dice González, presidente honorario de la Corporación 11 de Septiembre del Círculo Militar de Oficiales en retiro "Gral. Adolfo Silva Vergara",. La invitación fue del living a su habitación. Allí, en un espacio no muy amplio, se pueden ver un montón de fotografías de él participando en actividades del ejército, algunas de su familia y muchas de Pinochet. Algunas con dedicatorias, otras simplemente ahí.
Hoy, el general cumpliría 101 años. Celebraría él y sus seguidores, quienes les enviarían presentes, cartas y realizarían alguno que otro homenaje. Con él presente o sin él, como para mantener el fanatismo. Esos son supuestos. La realidad es que el próximo 10 de diciembre, se cumplen diez años de su muerte. Un tiempo que se ha pasado lento para González. Tanto, que ha tenido espacio para reflexionar sobre la muerte de de su general. Así, como le dice él: con adjetivo de posesión. González habla de "una transición" en vez de muerte:
–Yo no hablaría del aniversario de la muerte de Pinochet, porque hace tiempo que dejé de pensar en la muerte. El general, como todo ser humano, no está muerto, está en transición. Eso no quiere decir, y eso que quede bien claro, que la figura del general Pinochet haya desaparecido.
Juan González es ex oficial del ejército. Se salió en la década del 50 para instalar una fábrica que mantuvo hasta el plebiscito. En esa época, tenía 80 personas trabajando a bajo su responsabilidad. Sin tapujos, cuenta, transparentaba su apoyo al régimen sin involucrarse en las posiciones políticas de sus trabajadores, sino más bien imponiendo su postura. "El día del plebiscito, les dije: no les voy a preguntar por quién van a votar pero les contaré por quién votaré y les daré mis razones", asegura. Así, cuenta, convenció a varios. O varios, por lo menos, lo siguieron y terminaron instalados en las reuniones de campaña que se hacían para que ganara el "Sí".
–¿Lo insultan mucho en la calle?
–No. Desde que estoy en esto, tres veces he encontrado gente en contra y que me trató de insultar. Una vez uno me miró y dijo: ese que viene caminando vale un hongo. Yo me hice el leso. Después, a la salida del metro, me pasó otro que dijo que no quería estar cerca mío. Antes, cuando iba al Café Haití también me identificaban.
La huella del general
Juan González fue apoyador en la sombra hasta los días agónicos de Pinochet, cuando la salud del general empeoraba y sus seguidores les hacían guardia afuera del Hospital Militar. Ahí, llegaban diariamente unas 50 personas. Entre ellas, una pareja con micrófono que cedía la palabra a quienes querían demostrar ante los medios de comunicación entonces presentes, que pese a los cuatro gobiernos transcurridos en democracia "Pinochet seguía siendo el mejor presidente de Chile", dice González. Luego de un largo discurso aplaudido por la multitud, le ofrecieron aparecer en un reportaje de televisión que, finalmente, lo llevó a tomar un liderazgo en el ala pinochetista.
Con el protagonismo asegurado, Juan González partía solo todos los días al Hospital Militar al taxi.
Sin quererlo, terminó haciendo extendidas vocerías recordando "la excelencia del gobierno militar". Estaba en eso, cuando llegó la noticia que González no quería escuchar: la tarde del domingo 10 de diciembre de 2006, el Hospital Militar lanzó un comunicado confirmando la muerte del general ocurrida a las 14:15 en la UCI del recinto. Ese día, quedó consagrado en sus recuerdos: "cuando supe, yo estaba en la clínica, afuera. Estábamos esperando el desenlace. Cuando ocurrió esto, pensé que se había ido un hombre grande". Al mismo tiempo, el gobierno la presidenta Michelle Bachelet aseguró que no se le rendirían honores de Estado. "Fue de un mal gusto terrible eso de no rendirle honores, terrible. Muy injusto", dice. González.
Él no no veía seguido a Pinochet. A veces, cuando podía sumergirse en alguna actividad, lo buscaba para tres cosas: sacarse una foto que llevara dedicatoria, conversar y recitarle poemas.
–¿Qué cosas hablaban?
–Del país. Yo lo felicitaba mucho y también le recitaba poesía. La mayoría de las veces, era Oda a la infantería, porque él era infante de la patria.
Por "su" general, el presidente de la Corporación 11 de septiembre pensó, por primera vez, en su propia muerte. Ahí, encontró que sería mejor llamarla "transición", donde existe un espacio en el que podrá reencontrarse con sus queridos muertos. También cambió hábitos del sueño para acordarse de sus sueños recurrentes. Muchos de ellos, con Pinochet. "Hay un momento en que el ser humano puede decir 'yo ya no duermo'. Eso tiene que ver con la tercera etapa del sueño, que es la más linda. Ahí puedes decir: los sueños son mi otra vida". En su velador, al lado de su cama, el hombre de 88 años puso un cuaderno en su velador titulando la primera hoja como "Mi otra vida". Ahí, escribe las cosas que sueña y las va vinculando con otras experiencias:
–Antes, con el general conversaba mucho en mi otra vida. Supe muchas cosas de su vida en esas conversaciones. Por ejemplo, cosas sobre sus bienes materiales. Él mismo me las dio a conocer, aunque prefiero no hablar mucho de esto porque luego se desparrama.
-¿Qué es lo que más extraña de Pinochet?
–La grandiosa posibilidad de que si él estuviera en este plano, hoy sería el candidato más importante que tendría Chile para tener un excelente gobierno otra vez.
Estos diez años de muerte y hoy, el día de su cumpleaños, no han pasado con glorias para el pinochetismo. El lanzamiento del documental que sacaron en 2012 enalteciendo la figura del dictador, terminó en hechos con golpes y protestas a las afueras del Teatro Caupolicán, donde se estrenaba. Los homenajes fueron restringidos a ocasiones íntimas y en lugares privados, la calle 11 de septiembre pasó a llamarse Nueva Providencia y, tras innumerables intentos, no han logrado conformar un partido que se vincule directamente con la figura del general.
También, el día del cumpleaños del general va en caída. Los primeros años de su muerte, se movilizaban en buses hacia la capilla que Lucía Hiriart tenía en Los Boldos para celebrarlo espiritualmente. A los cinco años, ya solo iban algunos autos. Hoy, esa tradición está perdida: "yo estoy retirado de la Corporación. Principalmente, porque ya estoy más viejo, pero también porque cada vez hay menos pinochetistas asumidos en Chile".
"Dejen tranquila a Lucía Hiriart"
Pareciera que el filtro entre lo que piensa y habla Juan González ha desaparecido. Por lo mismo, sus hijos le pidieron que no diera más entrevistas: "dicen que convenzo muy fácil a los otros", se justifica.
Hoy está preocupado. La delicada salud de Lucía Hiriart, esposa de Augusto Pinochet, lo tiene expectante y siguiendo las noticias desde las afueras del entorno familiar. Sí: González no ha vuelto a ver a algún integrante de la familia Pinochet en años. Tampoco quiere incomodarlos intento saber de ellos por su propia boca.
A ella, dice, tienen que dejarla tranquila. Le da pena la posibilidad de que Hiriart muera. Igualmente, le molesta el acoso, según él, de los medios a cosas que la señora no puede resolver hoy. "Comparado con los sueldos que se gana hoy día, 2.600.000 no es nada", afirma Juan González sobre la pensión que Capredena le da a Lucía Hiriart. Dice que es una cantidad razonable para una mujer que fue "casi vicepresidenta para Chile". Es que el general hizo buenos negocios, afirma. "Lícitos y bien contables, pero se han encargado de dibujarle una figura de corrupto", dice.
González compartió poco y, quizá, nada con Hiriart. Las veces que visitaba a Pinochet, él solo se limitaba a las fotografías y conversaciones. Luego lo retiraban del lugar. La gratitud, sin embargo, es por su "gestión de Estado", dice. Su silencio ante los medios y desaparición del bloque más firme de Pinochet, tiene una razón, según se comentaba en la Corporación 11 de septiembre: "Ella tuvo cosas muy agradables y muy lindas mientras fueron gobierno, pero también tuvo la amargura de ver que muchos hombres que estuvieron al lado de su esposo, como Iván Moreira, luego no fueron capaces de defender ese gobierno y, al contrario, se callaron. por eso creo que ella no quiso saber nunca más nada", dice González.
–¿Por qué, si fue tan buena, genera tanto rechazo Lucía Hiriart?
–No existe rechazo, lo que pasa es que una poquita gente no la quiere, y esa gente mete más bulla que toda la demás gente que está en silencio. Da la impresión de que fuera más gente.
–¿Se han organizado en caso de que muera?
–No tenemos nada programado. Ahora estamos haciendo pocas cosas, porque cada vez hay menos gente que es pinochetista. Además, ¿sabe? No me gusta pensar que ella se puede morir. Me da pena.
–¿Qué le da tanta pena?
–Ya es muy triste no tener a mi general acá; no pasar su cumpleaños y que se cumplan 10 años de su muerte. Me da pena pensar que Lucía Hiriart pueda pasar, pronto, a ser parte de la transición.
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