Lo vivido intento transmitirlo.
Por Patricio Amigo Parada
Ingresé a la Corporación 11 de Septiembre y, lejos de sentir que estoy ayudando a asesinos, siento estar cumpliendo con un deber. MÁS AÚN: me siento honrado. Me alegra que mi hijo y mi nieto también se sientan honrados y les cuenten a sus amigos sobre MIS actividades, tan odiosamente deformadas por la venganza, la cobardía y la envidia. Y es que mi hijo y mi nieto conocieron, desde siempre, la verdad que les mostró el padre y abuelo. Mi hijo no olvidará jamás la turbulencia primero y después la peligrosa confrontación que vivió CHILE entre los años 70 y siguientes, las peleas por un trozo de carne china, las madrugadas para conseguir gas licuado; el peligro de invasión nocturna, desde las tomas creadas por los políticos en los sitios eriazos, que abundaban cerca de nuestra casa. Era el tiempo en que las Juntas de Vecinos tuvieron máxima convocatoria y disponían rondas para alertar de posibles ataques del farandulero izquierdismo criollo, formado por paranoicos promotores de una revolución armada. Hasta altos ejecutivos, militantes de los partidos del Gobierno, estaban incorporados a las Juntas de Vecinos y hacían guardias porque también tenían miedo. Las estrategias eran rigurosas, estacionábamos los autos retrocediendo para huir atropellando, si era necesario. También teníamos metralletas y algunas armas de fuego.
Mi nieto cree a pie juntilla lo que le cuenta su padre y escucha a su abuelo con devoción y alegría. Mi hijo testimonió la discriminación política que intentó pisotearme cuando asumió el Presidente socialista. Pinté como taxi mi Simca 1.000 y con mi esposa salíamos a la calle a ganarnos el sustento.
Mi hijo mayor estaba lisiado. ELLA en la mañana y yo, desde el mediodía hasta después de la media noche. Eran los mejores tiempos del trabajo de taxis. No se recorría una cuadra sin pasajeros. El negocio era más jugoso que en el periodismo.Mi hijo mayor miraba el desastre desde una silla de ruedas. Se había cortado la columna vertebral y estaba tetrapléjico. Igual que yo, era un convencido que la mediocridad criolla nos llevaría a una Guerra Civil y a una segunda Cuba. Tenía 16 años y había masticado y digerido cuidadosamente las experiencias de su padre periodista, en la revista VEA primero, en Punta Arenas, después, y en el par de meses que llevaba como taxista.
--“Estamos mal, muy mal Papá”, me advirtió una noche, cuando comenzaba a esconderme en una botella de vino, después de trabajar más de 14 horas en el taxi. Frené mi molestia por ese atrevido juicio y, antes de exigirle respeto y reconocimiento por el esfuerzo que estábamos haciendo con mi cónyuge, que no era su madre, guardé silencio, esperando que terminara:
--“Yo estoy con el cuerpo entero en una silla de ruedas y USTED tiene la cabeza en otra silla de ruedas…Papá, USTED es periodista y bueno. ¡No es taxista!”.
Nos abrazamos, lloramos un rato y terminé de libar la botella con el más grande optimismo que recuerde. Al día siguiente mandé a pintar el auto al revés. Me eché al hombro mi pasado de éxito periodístico, en el que había llegado a ser “segundo” del mejor director de CHILE, JENARO MEDINA. Había sido Subdirector de VEA, de GOL Y GOL y de La Nación. Al otro día, empapado del presente, me fui en micro a la empresa El Mercurio. Regresé en la noche como reportero policial de Las Ultimas Noticias y recuperé mi destino con un buen contrato.
La cada vez más oscura realidad se me hizo más visible desde el periodismo. La gente usaba taxi porque tenía dinero y no tenía en qué gastarlo.
Todo escaseaba.
La toma de industrias y predios agrícolas, las huelgas ilegales y las ruidosas manifestaciones callejeras, eran los anuncios del cambio radical, que los caciques de la política no habían entendido. Habían proclamado Presidente de Chile a un representante de la Izquierda dura que estaba dispuesto y decidido a Gobernar “con y sólo para” los suyos, que eran minoría, pequeña minoría.
Mi esposa se juntaba con otras señoras para disputarle a las pobladoras, organizadas políticamente por los agentes del Gobierno, las cuotas de alimentación distribuidas por los centros de abastecimiento. También se juntaba con esas señoras para ir a los cuarteles a tirarles maíz a los militares. ELLAS creían, y no tenían otra esperanza, que las Fuerzas Armadas podían tomarse el poder y sacarnos de la dramática encrucijada.
Mi creencia era otra. Nuestras FF.AA. eran tradicionalistas. Ya habían fracasado ruidosamente unas aventuras extrañas, pocas veces vistas. Y en los Alto Mando la doctrina era rigurosa. Incluso, varios Generales y Almirantes habían formado parte del Gabinete Ministerial. Lo único que quedaba era la Guerra Civil. Y estaba la amenaza de invasión de Argentina y Perú.
Sin embargo, el Parlamento se pronunció primero y declaró ILEGÍTIMO al Gobierno. Solicitó a grito el Pronunciamiento Militar. Y todo se produjo “de un golpe”. Meticulosamente preparado. Secretísimo. Los Comandantes de las tropas recibieron órdenes ciegas, sin explicaciones, como se usa en la guerra. Mi exclusivo reporteo de la muerte del Comandante Araya, Edecán del Presidente que recibió un balazo al poco rato de abandonar la celebración de un aniversario de la Revolución Cubana, me tenía muy cerca de la Fiscalía Naval. Me había hecho amigo del Fiscal y sus oficiales ayudantes. Sin embargo, en la noche de la víspera del Pronunciamiento, juré que no pasaría nada. Y pasó todo o, casi todo. Ante la crisis total y el peligro de Guerra Civil, las 4 Ramas Armadas asumieron el Poder como un solo hombre. Debieron ser descabezados los mandos de la Armada y de Carabineros. Se constituyó una Junta Nacional de Gobierno presidida por el Comandante en Jefe del Ejército, recién nombrado por el Presidente derrocado.
¿Pronunciamiento Militar o Golpe de Estado?
La diferencia semántica no tiene importancia. El desarrollo y las consecuencias son lo importante. Si la Junta Militar no se hubiera tomado el tiempo para echar a andar el país debidamente y hubieran entregado el Gobierno, a medias, sin restituir la institucionalidad ni redactar una nueva constitución, no habría un Memorial de víctimas de la dictadura y, seguramente los Generales y Almirantes habrían sido nombrados embajadores. Y los políticos habrían seguido en lo que han hecho siempre: USUFRUCTUAR DEL PODER. Pero, se tomó el tiempo necesario y así, se evitó la Guerra Civil y CHILE pudo disuadir las amenazas invasoras de Perú y de Argentina, sin perder un solo centímetro de territorio.
Otro tema es el ENFRENTAMIENTO que hubo entre las FF.AA y de Orden con los guerrilleros adiestrados en Cuba y en las Escuelas del ex Pacto de Varsovia, que dieron exámenes en las guerrillas de Nicaragua, Angola y Líbano. Aventureros “Sin Dios ni Ley”, los más; jóvenes “idealistas”, los menos. TODOS, ensacados en una paranoia creada por el marxismo leninismo, con el título de LUCHA DE CLASES. Lucha de clases en la que participaban los Henríquez, los von Schowen, (?) y otros jóvenes de familias antiguas y adineradas.
Las tropas profesionales eran atacadas desde cualquier parte. Los atentados con poderosas cargas de explosivos mataban soldados y a civiles y niños. El caso del viejo automóvil estacionado a metros de la Quinta Vergara, en pleno Festival de Viña, con las puertas soldadas, repleto de explosivos y que fue felizmente desactivado por los “TORTURADORES” de Inteligencia Militar, evitando la muerte de miles de civiles inocentes, es sólo un ejemplo. Entre 1985 y 1988 se desactivaron 3.083 artefactos.
Ah! Uno de los “guardianes de la dictadura”, H.Chadwick, dispuso me exoneraran de Chilevisión porque descubrió que había sido JJ.CC.
Las toneladas de armas que el ex Director de Investigaciones (Paredes) quiso entrar de contrabando por el Aeropuerto de Los Cerrillos y los arsenales de Carrizal Bajo, de los que 1/3 sigue en manos terroristas, “por si las moscas”, según confesión del ex Secretario General del PC, forman parte del MOCHILÓN DE RAZONES que me obligan a sacar la cara por los que: SIN DIGNIDAD NI VERGÜENZA permiten que estén encarcelados los “Soldados del 73”, cuyo “trabajo sucio” permitió que se construyera el PROGRESO que hoy disfruta CHILE.